-¿Eres un ángel?
Su voz, leve, vaporosa y de olor a caramelo, contrastaba con la solemnidad con la que me miraba esperando una respuesta. Aturdida por su pregunta, le contesté con un escueto y apenas audible "no". Ella volvió a la carga, ignorando los reproches que la anciana que iba con ella le hacía:
-Mi mami me dijo que sólo los ángeles tienen esas marcas en las muñecas. Las marcas rosas.- Con una media sonrisa cogió mis muñecas, apartó las pulseras y acarició mis cicatrices con una ternura infinita. El estruendo del vagón desapareció bajo el ruido incesante de mi corazón que iba al compás del roce de sus dedos.
-Claro que eres un ángel.-afirmó.- Mi mami dijo que los ángeles se hacen pupa así mismos porque no les gusta vivir en la tierra. El mundo les hace daño y quieren volver al Cielo con Dios. Cuando a otras personas les hacen daño, a ellos también les duele y por eso se quieren morir.
-Tu mamá es muy sabia.-contesté con voz trémula.
-Gracias. Ella también es un ángel, pero lo que pasa es que ya ha vuelto a casa.

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